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sábado, 30 de abril de 2011

AUTOBIOGRAFIA (VIAJE A LA REPUBLICA CHECA)

Año 2000:
Este año, fue uno de los más importantes para mí profesionalmente. Hacía ya varios meses que trabajaba como ayudante de talla en el Centro Nacional Del Vidrio, en La Granja De San Ildefonso (Segovia), algo que me costó varios años conseguir, el poder estar trabajando de lo que me gustaba, en “el mejor sitio posible”.
Anteriormente,  había pasado casi 4 años  trabajando en un taller de talla, también en La Granja, en el cual, tuve la oportunidad de formarme desde cero, y practicar lo suficiente como para poder optar a ser un trabajador en plantilla del CNV.
Mis comienzos como ayudante de talla, fueron acompañados de muchas decepciones, puesto que a pesar de tener las cualidades suficientes como tallador, no tuve la posibilidad de demostrarlo hasta después de varios años, el sueldo era muy bajo, mi s compañeras me hacían el vacío, y repasar las bocas de las piezas en la cinta, era mi ocupación más complicada (aunque en varano se agradecía).
Aun así, era feliz, pues cada mañana me levantaba soñando con el día en el que poder ser uno más, por el cual pasaran las copas, vasos, floreros, jarras  y demás piezas que prestigiosamente se tallaban en aquel lugar.
El día 7 de Octubre de ese mismo año, comenzó un curso de talla y grabado que impartiría un maestro checo llamado Jiri Harcuba, y al que tuve la gran suerte de poder asistir como empleado de Centro…
Este curso, fue el punto de partida de una de las mayores ilusiones profesionales que jamás creí poder conseguir, y el comienzo de un viaje que me sumergiría en el mundo del grabado en cristal de una manera que todavía no soy capaz de saciar.
Durante los 10 días que duro aquel curso, me empape de la técnica que simplemente el maestro dejaba caer sobre nuestras facultades artesanales, solo podías aprender si eras capaz de mirar atentamente los movimientos del cristal sobre la rueda, mientras se deslizaba en las ancianas pero hábiles manos de aquel artista. El idioma era un impedimento pues las preguntas no se te respondían con facilidad a pesar de tener un intérprete, así  que, la habilidad de cada uno para aprender mirando, era lo que te llevabas a casa.
Muchas dudas sobre el oficio que siempre había tenido, se fueron por el desagüe, igual que los restos de cristal disuelto en el agua, pero, saber que esa técnica me podía permitir hacer cualquier cosa en cualquier pieza de cristal, me creo aún más dudas, y aquí en España no me las podía resolver nadie, ni los libros, ni acercarme a observar el escaparate que solía visitar, de la tienda de aquel grabador segoviano, que hasta aquel día había sido mi fuente de inspiración.
Yo, ya contaba con mi propio trono, y alguna que otra rueda de piedra para tallar  y practicar a duras penas en la terraza de la casa de mis padres,( suficiente, teniendo en cuenta que ya era todo un logro poder tener un torno), y la necesidad de abarcar lo posible, para conseguir acercarme de lejos a lo que había visto, me agudizo el ingenio para crear mis propias ruedas de menor tamaño, y ajustarlas a mis necesidades para ser mejor trabajador en este oficio tan complicado.
Un día, ya después del curso y de varios meses de prácticas caseras y de trabajo como ayudante, llego una carta al Centro, en la que se pedían alumnos para una escuela en la República Checa de la que el maestro Harcuba era el director, y por supuesto no podía dejar escapar esa oportunidad única en la vida.
En realidad iba a ser un curso de casi un mes de duración, en el que podría relacionarme con los mejores, en el mejor ambiente y en la cuna del cristal de Bohemia.
Año 2001:
Llego el momento de partir y además con compañía, pues, uno de mis mejores amigos en aquel momento, trabajaba conmigo y además era un entusiasta del oficio como yo, así que, nos enrolamos juntos en aquel viaje único.
Harachov, era el nombre de aquel pueblecito situado en un parque natural, a unos 4 kilómetros de Polonia y 280 kilómetros de Praga, que era conocido por su turismo, sobretodo en invierno, con sus pistas de esquí. A  demás, tenía una tradición artesanal en cristal muy importante. Uno de los mayores grabadores de la historia nació allí (01/04/1800), y la fábrica junto con la escuela a la que nosotros nos dirigíamos llevaba su nombre: Dominik Biemann.
Nuestro primer día fue un desastre, llegamos de noche, estaba diluviando y en recepción no nos entendían ni en inglés, pero el cansancio del viaje y las mas de 3 horas de taxi desde Praga hasta Harrachov, nos dejó profundamente dormidos a pesar de los nervios.
El primer día de curso, fue como encontrarnos en las naciones unidas, había unos 20 alumnos de diferentes nacionalidades y he de reconocer que al principio, pensé que no nos íbamos a entender con nadie, pero todos teníamos un único motivo por el cual estábamos allí y eso fue lo que nos ayudó a establecer un “idioma” con el que nos comunicaríamos con facilidad.
El entorno era inigualable, un paraje montañoso lleno de vegetación rodeando  a un pequeño pueblecito, en el que si afinabas el oído podías escuchar el sonido del río recorriendo su cauce, envolviendo las rocas y empapando las raíces de aquellos majestuosos árboles.
El recinto era acogedor, auténticamente checo y exquisitamente sinuoso. El taller en el cual íbamos a pasar gran parte de nuestro tiempo, contaba con una hilera de tornos, que con sus poleas por separado, solo giraban enganchando a mano una correa de cuero  a  un eje central  en movimiento, que  hacia girar los tornos en función de si estaban anclados a él o no. Las poleas eran de madera y los recipientes o pilas donde caía el agua eran como barriles ovalados de madera cortados por la mitad. Tenían las paredes ocupadas con infinitas ruedas de todos los tamaños, ensartadas en varillas de hierro como si fuesen pinchos morunos colgados de la pared,  y unos ventanales que procuraban una luminosidad natural estupenda para trabajar sin necesidad de forzar la vista.
En un rincón privilegiado, una máquina que llamaba la atención por su brillo y su aspecto antiguo, atraía mi atención como cuando llegas a casa y ya sabes lo que hay para comer antes de entrar, por el olor que se percibe en la escalera. Era un torno de grabado a rueda de cobre, echo de madera de nogal, con los cojinetes de latón, la correa de cuero y con un sello grabado a mano en su costado que relataba con dibujos que había pertenecido a algún maestro de la antigüedad. Esta preciosidad de torno, hizo despertar mi curiosidad por la historia que acompaña a todo este mundo  desde sus comienzos  hasta la actualidad.
Día tras día, trabajábamos en aquellos rudimentarios pero totalmente fiables y minuciosos tornos, utilizando tantas ruedas como jamás habíamos imaginado poder tener a nuestra disposición. Las relaciones con los demás, cada vez era más estrecha. Conocimos a varios maestros, que aunque ya jubilados, no habían perdido el tacto necesario para realizar un trabajo fino y exclusivo, y a otros más jóvenes, incluso de nuestra edad, allí era algo normal, el cristal, y trabajar el cristal, lo sentían y aprendían desde la infancia.
Uno de estos maestros, fue como el anfitrión perfecto para nosotros. La amistad que hicimos fue tan fuerte que se mostró abierto como si fuésemos los hijos a los que legar todos sus conocimientos, de hecho, gracias a él y a su pasado como trabajador en la más importante fábrica de cristal  de La República Checa, Mosser, fuimos, según él y gracias a él, los primeros en entrar en ella y a los talleres de grabado en los que la entrada era total y exclusivamente para los trabajadores, y el secretismo era muy estricto.
Esta gran persona y trabajador del oficio se llama Petr Bilek con el que aún seguimos teniendo contacto y que ha venido a dar cursos al CNV después de nuestra visita a su país.
Este viaje, consiguió que mi entusiasmo por el oficio se multiplicase, y  que  las inquietudes por el conocimiento, por el arte y la historia del cristal se tatuaran en mi piel como cuando  se desbasta el vidrio dejando una marca perpetua e imborrable.
Este es el diploma que recibimos por haber asistido y haber vivido tantas experiencias tan inolvidables que es difícil volver a repetir. Escrito en esperanto y con la fotografía  de un grabado del retrato de Dominik Biemann.
Esta es mi historia o por lo menos parte de ella o de los recuerdos que se me quedaron grabados. Breve pero con toda la esencia de aquel viaje... Espero que os guste.
GRACIAS.

1 comentario:

  1. FANTASTICA EXPERIENCIA E INCREIBLE LA CAPACIDAD Q TIENES DE ENTUSIASMAR A QUIEN LO LEE CONTAGIANDOLO D TU INQUIETUD EN ESTE CAMPO... M ALEGRA SABE UN POCO MS D TI, HERMANO. SGAMOS LUCHANDO Q ALGO GRANDE NOS ESPERA AL FINAL. UN ABRAZO.

    YAGO

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